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Teresa Lorenzo

Creadora, bailarina, profesora de danza contemporánea y yoga y técnico superior de audiovisuales.

En el campo del movimiento se forma de manera independiente partiendo de la sujeción del estudio y la experimentación, de las libertades del entretenimiento, el juego y el placer, de lo que podría no ser o parecer danza, observo mi cuerpo y numerosas relaciones que se despliegan ante mi cada día.

La danza le facilita, entre otras cosas relacionadas con el arte y la mística, vivir el cuerpo hacia el mundo y hacia el núcleo, con una conciencia que parece hacerse cada vez más clara, amplia, inteligente y humilde.

Cuando la balanza se inclina hacia la interpretación (casi siempre unida a la creación), trata de dominar la técnica que sea necesaria para las ideas. Con respecto a la interpretación,  es atravesada por danza, por el movimiento.

Cuando se inclina hacia la mística o espiritualidad, viene dada por una contemplación que se va abriendo a si misma sin vanidades y que va diluyendo conceptos, diferencias, intenciones etcétera. Una práctica continua y el estudio profundo de diferentes técnicas de yoga la guían en este viaje que vive en el fondo de todas las cosas.

CUERPAR

Es difícil hablar del cuerpo, es como si se me derramase un montón de agua, debo evitarlo y no puedo. Y el agua no para de brotar.

Infinidad de ángulos desde los que hacer la pregunta ¿QUÉ ES EL CUERPO? No voy a ningún sitio, respondo desde el cuerpo.Es la energía más densa de la mente, y esta, la mente, la energía más sutil del cuerpo. Nada más bello más armónico y más dulce. Es lenguaje en cada instante y en cada uno de estos instantes la creación está viva.

LOS MOVIMIENTOS no llegan a ser nunca movimientos rotundos, sustanciales, ni del todo plenos (aunque algunos se respiren o pretendan a si mismo como tal). Y no por lo que les falta, sino por el faltar que ofrecen. Su carencia no es porque dicen poco es porque dicen lo poco.

En su brotar como el agua, los movimientos liberan nuevas posibilidades de ser sin ser del todo. Se dan en un modo de ocultamiento y no de un simple espectáculo.

Movimientos que más que aparecer se van y que no dejan nada dicho, mas que invisibilidades.

En un proceso creciente y decreciente estos movimientos sujetos a una cuerda inagotable de la que se puede tirar infinitamente, estos movimientos, son observados, dirigidos, redirigidos, son a veces reconsiderados y hasta conservados en el silencio, conviven con la quietud.

Y ¿qué es la quietud?

Es todos los movimientos y sin embargo la imposibilidad de todos. La quietud es el hablar del silencio que hace desaparecer la evidencia de la acción o que la hace existir en su potencialidad.

La quietud es un vaciamiento que supone una salvación a la radical vulnerabilidad del cuerpo ante su naturaleza más activa.

La experiencia singular del cuerpo en LA PIEZA se revela, guiado por la calma, como un símbolo de gran plasticidad que genera en su estadío más liviano, diferentes comportamientos y travesías por el espacio.

Aquel vaciamiento se presenta también como puerta para ser disidente de las órdenes que le han regido normalmente para mostrarse en escena, para mostrase. Así que comparte su intimidad y abre el canon de si mismo.

Al sutraerse de lo expositivo ya no se siente golpeado por los convencionalismo y fluye flotante y diverso en las bonanzas de sus amplios fondos pues el cuerpo es la continuidad del universo.